El secreto de Gorco

por Ricardo Chávez


Toda la gente guarda un secreto. El secreto más importante. No lo cuenta ni a sus amigos ni a sus padres ni a su esposa ni a nadie. El cartero tiene un secreto, la abuela, el tío Néstor y también la tía Brisa.
Si todavía existieran las brujas habrían descubierto el secreto de Gorco.
Pero las brujas ya no existen y Gorco es muy cuidadoso. No quiere que nadie sepa que su secreto es una niña larguísima de catorce años. De ojos como lunas dormidas, escribió Gorco porque el lenguaje del amor es la poesía.
Luego Gorco rompió la carta.
Tenía vergüenza de haberse enamorado.
¡Y de una niña!

Gorco había prometido que nunca se casaría. Voy a ser un pirata bueno para defender a los pingÅinos. Voy a ser astronauta. Voy a inventar una máquina.
Cada día Gorco prometía ser algo distinto. Seré futbolista, seré buzo, payaso, vagabundo. Lo que nunca prometió fue enamorarse de una niña.
¡De una niña!, y Gorco brincaba de la cama a media noche. ¡De una niña! Eso pensaba mientras iba a la escuela y mientras la maestra enseñaba la multiplicación de los quebrados. ¡De una niña!

Gorco lo intentó.
Se paró de cabeza. Quizás el amor se le saldría por la boca y por los oídos. Se cambió el peinado tres veces para que el amor no lo reconociera por la mañana. No se baño en siete días ni se lavó los dientes ni se cambió de ropa. Quería ser feo porque Gorco pensaba que los feos no sentían. Luego Gorco descubrió la historia de Cupido y sus flechas. Se puso la camiseta, luego la playera, una camisa a cuadros, la camisa de los lunes, el chaleco, un suéter, otro suéter, la sudadera de papá, la gabardina del tío Oscar; pero las flechas de Cupido siguieron clavándole amor por la niña de secundaria.

Entonces supo que no habría alternativa.

Sin muchas ganas metió en su mochila un par de pantalones, los patines, la pelota; y sólo dejó afuera las palabras con las que propondría matrimonio.
Sí, iba a tener que casarse con la niña larga de catorce años. Lo bueno es que su mamá no estaba porque seguramente se habría echado a llorar.
Vio su casa por última vez.

En el camino pensó que vivirían en la copa del árbol, que comerían pura fruta, que tendrían sólo tres bebés. También pensó, aunque muy poquito, que quizás ella le diría que no.

La verdad es que ella no le dijo No.
Ni le dijo Sí.
Ni le dijo nada.

Sucede que cuando llegó al fin a la casa, ella aún no regresaba de la escuela.
¿Quieres esperarla?, preguntó la hermana menor de la niña de secundaria, y como Gorco ya no tenía dónde vivir dijo que estaba bien.
Y la esperó. La esperó muchas horas. Para no aburrirse comenzó a contar sus canicas y la hermana le preguntó cuántas tenía y él dijo que le faltaban treinta; luego ella le invitó un helado y leyeron juntos un cuento de La Pequeña Lulú y prendieron el televisor.
La niña de secundaria llegó hasta las cuatro de la tarde.
Gorco la vio entrar y no se ruborizó ni sintió nada en el estómago. Su corazón se quedó quieto como un gato dormido.
Lo supo de inmediato: ¡el amor se había marchado!
Gorco comenzó a saltar y a reír porque ya no tendría que casarse. ¡Yupi!, gritaba, pues la verdad es que nunca le gustó la idea de rasurarse cada mañana, de vivir en los árboles, de irse a trabajar, de tener hijos.
¡Quería seguir siendo niño!
Cogió su mochila y ya sin ninguna promesa de matrimonio salió a la calle y regresó a su casa.
Estaba feliz.

Lo malo es que a Gorco nadie le explicó eso de que un clavo saca otro clavo.
A las doce de la noche se le acabó el sueño. Así, de pronto. Y descubrió que nuevamente tenía que guardar un secreto: la hermana de la niña de secundaria también tenía ojos como lunas dormidas.


Derechos Reservados. Copyright, Péndulo 1995. México.