Husos del pentateuta

por Mario Giraud


Arrancarse la muerte
es la mejor puesta en escena.
Macuil Ximi


Tiene el mar
su cortina
su escenario
que asciende al arco magnético
sobre el matiz de las punzadas.
Tiene alas mitológicas,
mil tajos del tatuaje erótico.
En la hora sexta
el tiempo exacto
para bien morir
sin ceros.
Para bien girar sincréticos.
Mora el papel, la arena
moldéate de escayola el rostro propio
que te has hecho de conjuros invernales.
De pronto,
tus ojos alzan su lenguaje
al calor del grito,
tu armadura de agua
exhala voces
sin sonido.
En el ir de las olas
la mente busca el equilibrio
del tiempo y del despacio
y son husos del poema:
La sal, la muralla,
la neblina de la gruta,
la sombra, los faunos
y la ovalada columna del silencio.

Hay clepsidras secas, piedras de Sol
plenas de hojas ígneas del Pentateuta.
Suturas incandescente el labio
que a flor de cal y canto
te punzó sólo.
Máscara silente.

En el aire hay diálogos inconclusos:
Mercurio arrojado al cobre
en puertas abiertas.

Pájaro de fuego,
llévate
a otro cielo
mi amor herido.
Allí,
al más hondo.

Espejo de oro
en llamas.
¿Qué luz,
qué daga
nos rasga
la tarde
de arrecifes
y de tapias?

Corazón fosforescente,
fuego de las letraspuerto,
la brújula del mago.
Oráculo del tiempo,
ancestral evento,
ilimitado ensueño
al regresar de nuevo.
Más allá,
vertida en vértigo astral
te arropas de metales líquidos.
a cada letragota
tu sien expira
al pulsar cardíaco.

Llovió en la huella
y el tiempo espiral
repitió la misma historia:
El reloj de agujas marca
las palabras de la noche.
Las hierbas ardieron en derredor del péndulo,
las cartas, la mesa,
la inmersión del yo pienso,
la mutación del yo siento.

¡Ay cuánto horizonte dormido!
Las llaves de piedra (No quiero dormir, no esta vez,
plomo y roca enterrando tesoros en la esquina
abrirán de mi boca)
el cerco
entre la cerca
y la coraza
de tu barco, este reserva mortajas y brisas encendidas.

Para ser piedra hay que entenderlas
o mojarse con su leche.

Los pasos idos
volverán a nuestro cuerpo
tras circular escalas,
donde los rostros dobles
han borrado su metamorfosis
frente a los espejos fríos.
No pregunto más por ti,
nadie tiene respuesta.
¿Quedarás en el secreto
destierro del viento?

El libro de lo invisible
tiene líneas de carbón y azogue,
antiguas fórmulas de alquimia
que enseñan al hombre
el cómo cósmico.
El crisol se tiñe al fondo,
el plomo muta en brillos áureos
la luz interna.
La unidad del yo
suelta su desdoblada
máscara.
Y las fuerzas del espacio
regeneran vida en la muerte repetida
(Olas estallando eternas en la orilla)

La totalidad del superyó
suelta vidrios puntiagudos
cortando fragmentos de vacío.

Tiempo nuestro de todos los vientos,
oración solar, matutina ofrenda,
luz de guía, luz del mía.

Ora pronovis.
Acción cuchillo
de sesgo rápido,
cambio alterno
razón y sentido.

Lunación pragmática.

Transporte de seres
por papiros nominales.

Música de aves,
invisible mitra
del corazón alado,
la parafernalia
del Pentateuta.

Punzón de plata y hueso,
metálica palabra:
tatuaje rojo sangre.

êste el oficio interno conocer el cielo,
la raíz del volador errante,
estas las horas de la Luna plena Luna,
la golondrina de cinco letras.

Cuentas mágicas
al mirar de frente a Oriente
con el corazón al N
o
r
t
e en cánticos de razón y vuelcos.

Mar viejo en fuegos nuevos.
Husos del instrumental,
el viajero etéreo.

Palabra por palabra,
letra a letra,
cinco líneas rectas,
notas negras gotas
del veraz pulsar mutante.

¿Qué husará la sangre?
¿A la tierra?
¿A la muerte plena?
¿O a la vida eterna?
Punto, raya, nota, corte, línea,
son del Pentateuta los signos clave.

Del suelo al viento giros.
Por los mares del aire
va en la línea gráfica
la historia del punzocortante.

El mago al vuelo
ha vuelto.


Derechos Reservados. Copyright, Péndulo 1995. México.