Ahora, como ayer, me has esperado en silencio. Impávida y serena aguardas
el inicio de mi cortejeo cotidiano, caricias que no te han aburrido y que
a mí nunca me agotan.
De día nos separan recorridos y compromisos, el peso del tiempo y las
grandes distancias de esta ciudad. Por las tardes me entretienen las mil
pláticas que inevitablemente me envuelven, pero de noche, siempre llega
nuestro silencio.
Contigo no guardo rencores ni busco formalismos. Me has alejado de
las frases hechas y siempre me invitas a soñar despierto. (¿Recuerdas cuando
te escribí aquello de que conocieras mis sueños, pero mientras dormía?)
Conoces todas las ilusiones y te he embarcado en más de 30 viajes. Hemos
recorrido muy juntitos cada paisaje y todo amanecer contigo se me ha hecho
inolvidable.
Quizá te he sido infiel con la mente y, a veces, con estas manos que
ya son tuyas. Quizá paso por alto tu presencia y me dejo llevar por cuanta
cosa te platico. Quizá... pero nunca he negado tu valía y sostén, tu inevitable
presencia en las oscuridades de todas mis noches.
Silenciosa, te vuelves bullangera, incluso ruidosa. Te tranquilizas
y te acomodas en tu sobria definición de tentadora. Eso es, seduces sin
miradas y me escuchas sin consejos. Viajas sin caminar y esperas desesperada.
En ti se junta la realidad con los misterios y lo indecible encuentra palabras.
A veces me convenzo de que eres un espejo infinito, que reflejas toda la
locura y la poca cordura de quienes te rodeamos.
Pero eres éso y más; quien te defina se topa con corredores incompletos.
A veces te pienso ya conocida, sin embargo me resultas con nuevas facetas,
e incluso imitando acentos extranjeros. De pronto, lo sabes todo y en un
día, olvidas hasta las letras más elementales.
Te recorro entonces como pradera infinita, te llevo con paciencia por
los caminos que dices desconocer o me dejo guiar por la sabiduría de tus
noches de sabihonda. En tus letras y en tus palabras caben todos los temas
y realidades, desfila toda la historia y auguras todos los futuros. Polifacética
y juguetona te encanta coquetearme con todos los sabores de este universo
que hemos recorrido.
Te escribo a mano e imagino tus listones volando sobre la alfombra,
soltándome el pelo y revoloteando mi imaginación. Te escribo con mi mano
que es la misma que logra espaciar tus extremidades y acariciar tus puntos
sensibles y sé que piensas en mi mano siniestra, izquierda casi inútil
que a veces logra alargar nuestra plática con la más leve gesticulación.
Confesémonos. Sé que tienes celos de mi pluma y tu venganza se cumple
mordiéndome los dedos, confundiendo sus movimientos. Si fuera guitarrista
diría que logras desafinar cualquier melodía al morder los dedos de mis
pisadas.
Pierde cuidado amada. De lejos, por escrito o en mente, mis dedos siguen
tuyos. Mi mente te sigue pensando, y mis imaginaciones siempre recurrirán
a tu plática y a tus letras. Sólo contigo encuentran ruta y voz mis propias
letras y sólo tu oído -a veces insensible- es capaz de confeccionarme palabras
que platiquen lo que siento.
Se acerca otra noche nuestra y un nuevo reencuentro para esa pasión
que siempre imaginamos. Nos esperan largas horas de intenso intercambio
de caricias, golpeteos que retumbarán a los vecinos, silencios igual de
largos y quizá hasta cuatro cigarrillos. ¡Qué difícil que los demás lo
entiendan! La feliz historia de un romance más, único, fugaz y nuestro...
Amada Máquina de Escribir.