La comunión infortunada

por Pedro Miguel


Baile del viviente

Esa nube de silencio ríspido.
(Si me destruye, crezco.

Y la premonición, centurias antes,
de la llanta de un auto que se
aferraba al mundo.)

Si la muerte se me acerca, doy un paso de lado.
Si es el pan, retrocedo hasta las vísceras para
mejor abrir el gaznate del alma.

Si el heno de tu sexo es el que llega,
me vuelvo un nudo en la garganta
y no cedo o suplico, no me cuezo de espaldas.

La noche me bautiza y me expulsa hacia la luz,
me libra de las ánimas;
soy un arco que recorre los extremos,
friéndose,
congelándose,
escapando del agua,
enredado en columnas de piedra,
entretejido en las parrillas.

Yo recorro. Y a mí, ¿quién me camina?
Me camina la sangre, según dicen los sabios y
fisiólogos,
me transita la plaga y el aire,
los tatuajes de nombres de rameras,
la santidad y sus promesas,
y me circunda el campo.

Dios, a mi alrededor,
también es un artefacto.


Derechos Reservados. Copyright, Péndulo 1995. México.