Sombra

por Carmen Villoro


Atisbo en el muro una vaga presencia
una voz inaudible que han tocado en secreto
los dedos de la noche
y sin conciencia acaso o sin remedio
ante el temblor efímero de su cuerpo sin cuerpo
algo en mí se deslava.

Es la sombra me digo y la palabra sombra
aletea entre mis labios como un pájaro herido
como un carbón de pulpa quebradizo
pasajero fortuito que deja en mi lenguaje
su mácula indeleble.

No opongo resistencia.
Ha de saber la sombra que la espero
que he llenado de espacios este cuerpo
como si fuese un árbol
sediento de aves pardas.

He esperado este diálogo, confieso
desde que fui una niña y cercené la luz
bajo el maullido nocturno de mis sueños.
He invocado a la sombra como si fuera el diablo
y he esperado paciente
su atroz revelación, su filo negro.

Pero como el vampiro
la sombra no es violenta
se aparece en tu cuarto, te seduce
va apresando en sigilo tu garganta.
De este vampiro atroz, embelesada
queda un ansia fugaz en la palabra:

Sombra digo y entonces en mi boca
sólo queda la sombra
de la palabra sombra.
Sombra digo y lo tibio
de la palabra sombra
se me queda en los labios
como un pétalo suave.

Sombra digo y la sombra se deshace
como una hostia fina.
Sombra y una humedad creciente
una bruma, una nube
un no sé qué de viento
se me aloja.

Ah la insania de estar ensombrecido
de caminar la carne a nubarrones
de manchar el secreto con el propio secreto
Sosiego que es azogue que es asombro.

He de tratar la sombra con silencio
mirarla largamente, acariciarla;
con timidez me otorga su colmillo
he de ofrecer la presa merecida:
mi cuerpo, única cruz
que la sombra resiste.

Hojas que deja y hojas que no tomo
ropajes irreales para crear un íntimo follaje
vacíos como manchas para pintar mi sangre.

Se desliza mi fiebre de aprehenderla.
Algo se colma y luego se disuelve.
Se unge la noche galerías adentro.
Proyecto mis arterias sobre un muro de cal.


Derechos Reservados. Copyright, Péndulo 1995. México.