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Poesia Del crepúsculo y los decapitados (Indice)

por Daniel Mir (Febrero, 1996)


DIAS DECAPITADOS

EL NUEVO SOL

Los astros cayeron,
el novilunio se desvanecía,
quedó sólo un mar agitado en descontento.

Las aves emigran efímeras,
abriendo un camino desierto.

Qué libertad sentí,
en abandono.

Tu desnudez del alma se aproxima,
­ Eras nómada, yo estacionario ­
tu fuego anega mi destino
que ya diáfano, tiembla.

Qué libertad solar cubrió mi osadía,
y le hizo casual entre tinieblas.


OQUEDAD DE LOS ASTROS

Tú no crees en la intemperie,
te fijas al universo para no caer
en la oquedad de los astros.

Distribuyes las pasiones
en tus vías lácteas.
Obsesionas los momentos
y les prolongas hasta siempre.

Juegas con el tiempo,
al que riges,
tú, eternidad.
Juegas con todos y cada uno
pidiéndoles amontonadas cuentas,
no perdonas.
Porque eres la dueña de los días,
los lustros.
Porque para ti no son nada.


SUEÑO LABRADO

Ante el maduro Sol enmudecido
rompes sueños labrados de tus pasos
donde tu nombre dicen tantas veces
mis labios sin razón ejecutantes.
Una estrella de ayer queda distante
sufriendo ecos de la voz extinta,
presencia de los siglos, leve tiembla,
ya que hiciste indiscreta a mi memoria.


DE SILENCIO EN SILENCIO

Al momento del respirar profundo,
dos silencios se emparejan,
llevan el paso del deseo sobre la finitud
satisfecha de llegar a la estepa vacilante de sus formas.
Los sonidos dispersos
se pierden en apareamientos continuos,
quedamos tú y yo,
observadores del mar.


LA ESPERA

Las luces quietas alumbran.
Siempre estuviste oculta.
El día clarea y mi alma se transluce,
en ella se perdía tu imagen
atrapada por un corazón moribundo.
La tarde triste
llora tu ausencia;
la alimento, la recorro
y te fabrico.
(Intento fracasado, tras la beldad infinita)
Tu figura apacigua mi memoria
que ya tranquila poseo.

Quisiera camina por entre sueños,
que sólo tuyos, te contengan.


POR EL HILO DE ARIADNA


Incesto prematuro
de los astros visibles
en busca de la existencia.

Intento malogrado
eventual en el momento
que inciertamente labra.
Caída de lustros
imaginarios del deseo.
Prófugo.
El cosmos.


EN SALTOS

El grito se incrementa para luego
caer en un silencio que termina.
Abastezco el coraje
regodeo cada día en la espera
creo el todo en el vacío
husmeo enramadas de otros seres
invento el dolor en lo creado.
Tan pronto disminuyo en el instante,
el rescate incoloro de un destino
aparece en mi garganta y se cierra,
me fuerza indolente al sosiego
que es tan sólo cárcel permanente del delirio.


LETRA Y PALABRA

A tu letra y palabra la extinción sucede.
Se crean los sucesos aledaños al deseo
en que infinitos y cautivos
observamos las mareas.

Las luces se apagaron en el momento inasible.
Desde los cuerpos chicos
anudamos la vida y las noches eternas
de las sonrisas
que antecedieron al alma.


RETRATO

Para Alicia Segura

Tengo miedo a la noche porque callas.
Debería percibir el claro borde en la arena
con sus torpes bosquejos que anuncian memorias.
Pero en falso todo se mantiene,
libertad, soledad, muerte.

No se puede tapar ecos con el sueño,
cuando caes, ya desenvuelta
eres ahogo.

Si escarbases lo infinito
volveríamos por siempre.
Aun sin hacerlo
perecemos atrapados en la imagen.
El pesado viento
será mañana.


FRACASA LA PALABRA

Iniciación de una espera
en que haces mis palabras,
de ellas son los días que dejaste en olvido
a mi lado.
No te diste cuenta de mi voz
o el laberinto en que caía.

Fundiste el pasado,
la luz que volvía
se hizo vacío.

Hacías tranquila el viento,
en precipicios gigantes,
suscitación de calderos.
­ No volviste a mirar ­.

Quebró la tarde una nube.

¿Cuántos días cediste al recuerdo,
finita en el espacio?
­ fragmentos de memoria ­
gota a gota
por consecutivos cielos
golpeados una y otra vez.

El río cubre mis viejas palabras.


RAÍCES

Entre todas las raíces que me llenan
la más terrible y firme es la vida.
En pequeñas enramadas le sostengo,
pequeños frutos caen
encharcando la existencia.

Fruto maduro, semidulce,
disfrute de los cuervos,
causa de espejismos sin retorno.


GRANDES INCENDIOS LABRAN LA MEMORIA

A la maestra Enriqueta Ochoa

Una triste melodía
sorda se vierte.
La tarde llena al cielo que se quiebra.
Impera un largo suspiro,
acude al llanto la lluvia
­ silenciosos huyen los días de infinita insensatez ­.
Escapa del momento
un último minuto,
abre el alto pasaje a lo eterno,
realidad que oscila,
se acompleja.

Mi visión se acorta.
Te extrañé...
apenas lo advierto.
¿Dónde escondí tu recuerdo estos años?
tan olvidada,
entre polvo y vendavales.

Grandes incendios labran la memoria.
La sordera del pensamiento
aglutina el día en que florecen las golondrinas,
inventa un nombre que fantasea,
adora a unos rosales tibios
y escapa al ejercicio diario de la razón.
Se ejecutan los sueños,
en avalancha tropiezan
y despiertan sobre su claustro.

La sonata
ha hecho un hueco en la espera.
Es libre,
cíclica, vuelve,
embellece y se transparenta rota.
Ahí arriba
la mano libera
a una estrella de luz tenue que se extingue.

Han dormitado mucho tiempo los recuerdos
en las esquinas del escritorio,
estallan,
diario de la eterna remembranza.
Sale del gran cañón un eco vivo, fresco,
desprende de él los sabores
siempre nuevos del deseo.
La vereda rasga lentamente el crepúsculo,
ruptura del pensamiento a la sombra
­ derrumbe de un hondo sentimiento en mil pedazos,
entre el frío arenal de la vida­.

Comienza la ceguera diaria,
diáspora repentina,
querella de luz potable,
que explota.

Gotean de la memoria
espacios diarios,
tiempos sombríos.

Dejas sonar tus recuerdos en canciones.
La tuya desde siempre
ilumina nuestro preludio amorfo.
Caminaste entre luciérnagas
(sólo pueden seguirte ellas
hacia la noche eterna).
Tiempos avecinados,
lumbre de cada paso, absoluta.

Un fresco olor a tierra
te coloca en cada gota de rocío.
Sabes vestir sentidos desnudos,
tu andar quedo se estiliza.
El susurro es la caída de los frutos,
no calla, es constante.
Un juego de ocio deshace las palabras,
te lleva a la imagen entre brazos.

La sombra del quinqué maduro
dibuja el cielo de olvido.


POEMA MARINO

A Karen Hernández

Tras la tormenta invisible
todos los momentos se contemplan,
se van construyendo oleajes,
claros murmullos de tu risa.
Tenues surcan tristezas
revestidas de otras luces;
prontas me iluminan.

Las aguas que hunden precipicios han llegado,
le adornan azul constante,
silencio de azotea,
más abajo lo oscuro,
ignoto, creando el silencio.


A CIERTO TIEMPO

Trazos uniformes van llenando
el vacío que siento en la garganta.
Salen en glifos suaves espantados,
retiemblan contra el tiempo
­ terquedad hallarte entre todo un laberinto,
murmullo de lo que aún no existe ­ .

Insano se mantiene el anhelo
aguarda en su contento,
indaga al ocaso desprovisto, mudo,
en que caerá el río de la voz que se dispersa,
el llanto encallado en la esperanza,
la risa contenida en los nervios,
el rostro siempre oculto por el miedo,
las ganas de olvidarte en el recuerdo.


HIERBA DE ANTES

Por qué buscar el brillo en el estanque
como creyendo que sólo el rayo es la alegría
si es en las lunas que te hallo y te rozo.
Por qué pensar en el pasado, en el instante,
si es ahora que te tengo,
que casi luego me levanto
y se repite nuevo el rito.
Porque el verdor, el de la hierba, no es estable,
cuando la hierba cierra ojos y se hace lumbre
y encamina este tallo hasta tu boca
en que se siente el sabor, el que nos tuerce,
imaginando la textura de esa noche.

Pronto reclama a la lluvia la espesura
y recupera en los sentidos mi palabra,
la que te sabe, te adivina, que me inventa
y en la que sabes tú esconder nuestros secretos.


TODA LA LUZ DEBE MORIR

En la orilla del mundo te buscaba
como queriendo cuestionar el aire sin medida
que te lleva hasta el centro en remolinos
y te oculta al sonido de mis labios.
Dejé luego la espera en el rayo,
­no el pasajero que se queda en cada vida,
cada camión o monumento, espejismos­
porque creí que estabas en el alba, en cada luna,
brillando en sus contornos,
pero a lo largo del camino hallé el río
en que habías navegado tus pezones,
en que adoraste nuestros sueños y verdades,
en que ahogue no saberte en el pasado,
y en el crepúsculo roto te perdiste
­ toda la luz debe morir, he concedido ­
y me senté a hacer mi historia entre las sombras,
tan sólo hallar una palabra quise en ella
que encerrara todas las cosas que recuerdo
e iluminase nuestra ausencia que has dejado.

Ignoras que en tus pasos escucho los recuerdos
Ignoras que en las noches
cuando duermes
dibujas el deseo.


HILOS

Asombro de tus líneas que forman mi lenguaje;
caricias del recuerdo aparentan esos soles que me queman;
río y lluvia, tan extraños, no penetran en mi cuarto.
Nunca fue ese tiempo tan brillante
como el mar refugiado en la noche,
como hilo suave y su Ariadna.

Qué difícil traspasar este velo
que forma el reloj y sus campanas,
imposible es quedar sin esta falta
del que avanza y deja siempre, a su paso, hoy la lumbre.
Y vuelve su mirada al te veo cada noche en ayeres,
entresueños, entre dos vibrantes notas fijas.
Y se acaba el deseo y sus fantasmas,
y se acaba en secreto el quererte,
y se acaba ya la tinta.


EL BRILLANTE MAÑANA

Para Refugio, porque la lluvia se ha ido.

Por el sonar de este viento en tus caderas
y un leve alboroto en el silencio.
Por el viajar fiel de las nubes
a horizontes.
Por el caer de la cascada en remolino,
hoy tu ausencia ilumina mi recuerdo,
esclareciendo los minutos de esta espera,
en que te veo siempre nombre repetido,
en que te escucho y sonrío de esperanza,
en que levanto luego a tiempo la mirada
y recupero siempre oscuros lo secretos.
Y estás mañana tan presente como siempre,
y estoy mañana en la espera por tu aire,
en que quememos ya las naves y viajemos
en solo un tiempo permanente, infinito.
Que es impaciencia la mía de saberte
en el deseo de esta luna que es la tuya,
en que te creo iluminada de estos rayos
con los que hoy sentado sé evocarte.

COMO UN EXTRAÑO

La borrasca del delirio se arrepiente,
ha sido la muralla del momento.
Los suspiros de la noche pasajera
ilusiones de los días ya despiertos.
Y los senos, esos sí han sido
como dunas de un desierto de encierro,
en que sólo vago y me despejo,
para luego regresar como un extraño.


GLORIA

No te muevas,
voy a hacerte el poema,
como tus cabellos trenzados.
Seguramente te llamarás Gloria.
Sí, te llamas gloria
de como eres bajo soles
picoteados de alegrías,
te llamas diluvio y espejismo,
te irás marchando ante el ocaso
que yo he ignorado,
te enterrará el recuerdo y no serás sino la noche,
entonces pide al astro que te dibuje en el olvido,
y de regreso verás el transitar de la esperanza,
el camino siempre en incremento.


CAMINO

Y sobre todos los caminos seguiste el derecho
porque estaba cerca de la estrella del poniente,
porque siempre al sur se va el recuerdo,
ese tuyo y mío y más lejano
al que olvidas y no es cierto, se dilata,
el izquierdo era siempre
y ahora y te tengo,
porque ahí te hallo; es encuentro
el recuerdo de ayer y ahora y cada instante
navegando uno sobre otro y hasta siempre
porque se ha quedado el futuro
y los hilos se hicieron paralelos
y te sé o te vi o aún te anhelo
y lo mismo el izquierdo o el derecho,
los caminos hoy te tienen.


PALABRA

Inquieta asomas al mundo tu palabra,
palabra que no suena, palabra cosmopolita de cada noche,
palabra, palabra que se estanca en tus pasos,
y no lloras, fabricas con tu manta
­ universo callado ­
la noche con luna
la consumes,
te plantas con las cuatro manos en el sueño
sueñas la real materia y la moldeas,
cercana a los finales ­ malabarista preciosa ­ los consumes en surcos
y logrado el recorrido lo desechas.


HOMENAJE

A Eliseo Diego

Son las horas de esperar a tu llegada.
La soga permanece siempre estable,
dos hilos que enramada la construyen
van contigo y de allá regresa en verso.
Deshice hoy el nudo,
­ no estaba en tu garganta ­
y las palabras casi muy livianas
se quedaron.
El viento se sosiega y te llama,
el frío tierno invade nuestra tierra.
Un sol apresura cada paso y alarga las sonrisas
la taza de un café que se diluye.
El humor está allí en esa puerta,
mas no entra, permanece a la intemperie.
Las leves tormentas ya se advierten
y el tiempo pasa apenas perceptible.
Amanece en tus voces
La sed de lo perdido,
y ahora que tu espejo me refleja
la noche queda quieta.


DÍAS DECAPITADOS

I

El desierto me acongoja,
veo tras sus rayos infinitos,
algún último arrecife.
No hay promesas,
tan sólo arrebatos
a intemperie.
Me arrodillo ante la desidia de las horas,
en asfalto,
han roto la palabra.
Desecho los recuerdos,
contemplo un ocaso doloroso,
todo.
Personas constantes,
engañosas,
un ciudadano
en el yermo de los días.
Voz que escapa
entre ciegos maremotos.

II

La marea quiebra en llantos,
oscila a momentos, gime en surcos,
en ella los vientos del norte
son giros sordos que huyen.
Tornados repentinos le arrasan
dejan sueltos los pasos
tras deseos.
Juegos de la urbe
en que perdí batallas,
sucedidas en fragmentos ojivales,
han surgido a recuerdos.

La ciudad decapita a los días,
los empuja al precipicio.
Confuso cae el cuerpo invidente


COMO RAYO DE LUNA

Invento de tu nombre la frescura
de un amor que en silencio se hace fuerte
y triste al momento de no verte
haciendo del recuerdo una fisura.

Los sueños tras de ti son aventura,
intento, la esperanza de tenerte,
ya al alba correrás, ésa es tu suerte,
a ocupar de la Luna su blancura.

Mi largo canto se ha tornado inerte.
Cuando ya sola vagues infinita
en un eco de ausencia he de hacerte.

En mi mente tu imagen hoy habita,
descubre el soliloquio del deseo,
se inunda en la belleza. La poseo.


INVOCACIÓN

La noche solitaria ya no miente
se halla palpitante en el poema,
el nombre del deseo está en Carmen,
preciosa asturiana en mi memoria.

Construye hoy su imagen en la lumbre
imagen de mujer cuasi perfecta
labra pronto poemas de otros seres
que la bella ignora mientras brilla.

Conozco el alboroto en el silencio
la atenta esperanza de presencia
visitaré tu mundo en cada versos.

No temas, el recuerdo te ha poblado
la claridad yace ya en mi herido
serás línea, carne, sueño nublado


PERFIL SOLAR

Para rehacer todo el discurso de tu silencio
ahora caigo en las trampas que da el tiempo
­ Te escucho en madrugadas, luego te pienso­­
y ya no eres tan distante como lejana
porque te hago; te creo, te sé ya cierta.
Pero un momento puede romper lo que he visto.
y me pregunto, casi ausente, por tu respuesta
y luego entiendo que en algún sitio se halla la espera,
casi lúdica, casi de huida,
como si fueras rayo, que rápido, en línea, va somnoliento
Me levanto como esperando la sorpresa de tu existencia
que sólo es sueño, silueta efímera
y yo el que teme te desvanezcas.


PENUMBRA

Cuánto cansa la entrega
en lapsos incontenibles,
cuánto temo a la desposeída,
a la razón de ser pasado.

Abro los ojos en negro
­ en búsqueda ­
siento el error que me persigue,
que nos persigue y nos quiere nuevos.

Siluetas indefinidas
atraen su sombra,
la sombra casi perfecta
que se deshace enflaquecida
entre zumbidos de mar,
en que gobierna sólo el naufragio.

No pude ver que amanecía,
aún luchaba en maremotos contra el sosiego.
No descubrí ante la luz mi viento,
que tropezaba, selva virgen,
guardián de incertidumbre hasta el enjambre.


LOS BRAZOS ENCADENADOS

Hoy visité un brazo de la urbe.
Inmerso en lo extraño
se perdía,
envuelto en sí mismo,
era desuso.

La plaza, de sus dedos
el más constante,
se hizo inconclusa.

La urbe y el tiempo,
ciegos monstruos marinos,
hundieron en un oasis
viejas praderas.

Prometeo quedo al margen del suceso.


PARQUE MÉXICO

Parque incestuoso,
sólo estás en fotografías
que aglutinan tus caminos.
¿Hace cuánto pregonaste el diluvio?
Ahora te escondes
como apenado
en tus recuerdos.
Tenazmente, quedas
más allá de las quimeras
del suspiro,
exasperado,
caducas.
Tus palmeras
que hicieron a paso lento el amor,
hoy son estragos de tu mal.

¿Qué hiciste
en los diálogos
rutinarios con la Luna?
­ Terminó ya la tarde
llena de fragancias adormecidas­.
Pierdes a lo largo del camino
tu quietud.
Ya no eres oasis de ciudad,
abalanzada,
­ por el reloj ­
turbia y en abandono.

Por tu incesto prematuro con los astros
te has ido.
Queda ahí tu sequía,
sin tus brazos,
sin tu aroma.
Los poemas se han caído.


TRAICIONES

Poema V de Catulo

Amémonos, Lesbia mía y vivamos,
y en un centavo todos los rumores
de los viejos tan severos valoremos.
Pueden morir y regresar febores.
Nosotros, a la noche, dormiremos
Cuando caiga la breve luz; albores,
entre soles que han muerto y regresado.
La noche eterna, luz muy negra ha dado.

Un millar de besos dame, luego cien,
luego otros mil y otro segundo ciento
y sin cesar, de mil en mil desde el cien,
hasta que sumado, ciento tras ciento
sean ya varios miles y entonces, bien,
para no saber cuantos fueron, lento
los turbaremos, no sea la envidia
razón para que alguien haga malicia.

Recreación al poema LXXXIII de Catulo

Ahora a su esposo cómo inventa.
Ya soy malo, y el otro, cómo ríe.

Lesbia, qué ventura el saber creerte,
qué gran uso de ignorancia tan tremenda.

Muy bien estaría Lesbia con el juego de la amnesia en su mente
pues ahora, más que nunca, sobrepasa sus memorias;
grita, luego insulta;
ya iracunda, suelta enojos.
¡Qué tormenta!


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